Cavilaciones

Cavilaciones

Rafo en la memoria

En abril del 2023 se cumplieron 30 años de la tortura y asesinato de mi padre: Rafo, Rafaco, Rafillo… Rafael Salgado Castilla. Ese año me decidí a pedirle a quienes lo conocieron que me cuenten una anécdota sobre él. Que pensaran en él y me contaran un momento que vivieron juntos y así, colectivamente, reconstruir una imagen de él, reuniendo todas sus facetas: hijo, hermano, esposo, padre, amigo, estudiante, trabajador, educador, cristiano militante de la teología de la liberación, militante del MRTA. Agradezco infinitamente a Saúl Armacanqui por contarme esta anécdota vivida junto a mi viejo. Gracias por ayudarnos a reconstruir quién fue mi padre. 

Un pueblo había decidido emprender su propia marcha. Pero también en el curso del acontecimiento hubo una presentación musical que terminó por desbordar todos los entusiasmos: Chacalón. Cuando se escuchó «El provinciano» los asistentes espontáneamente salieron a bailar y Rafo estuvo entre los primeros. Gran ritmo dijeron mis compañeros y sin duda sería el rey en cualquier pista. Nosotros batíamos palmas y cuando nos vió mostró su sorpresa e hizo una señal con sus brazos como diciéndonos «…Y ustedes?»

Aquella noche era ya apoteósica pese a que no había empezado el acto público aún. A esas horas las instalaciones de la carpa del entonces hotel Carillón ya estaban prácticamente colmadas; fue entonces cuando nuestra delegación, venida del interior del país, muy bulliciosa y optimista hizo su ingreso: ahí estábamos estudiantes, dirigentes vecinales y trabajadores en un grupo compacto. Rafo se encargó de recibirnos e indicarnos nuestra ubicación. Estaba entusiasmado, nosotros también.

A Rafo lo habíamos conocido en el local de Cailloma la noche anterior cuando pernoctamos tras nuestro arribo a la capital. Sonriente nos dijo que vendría temprano. Gobernaba entonces Belaúnde y las masacres y fosas comunes se desbrozaban en el campo y los ajustes fondomonetaristas eran el común denominador en el terreno económico. En la mañana del día siguiente, efectivamente llegó temprano, siendo uno de los primeros y nos reiteró la bienvenida. Tenía buen porte y mejor talante; era dueño de una natural alegría tanto como del cuidado de su peinado.

Rápidamente nos reunió y con una sonrisa contagiante nos transmitió su mensaje sobre nuestra misión política así como la importancia del evento que esa noche nos aguardaba. Su firmeza encontró terreno fértil en nosotros y él de inmediato lo supo. Cuando procedió a retirarse se oía aún la música del bar que funcionaba casi al frente del local; con sus dedos, hizo unos brevísimos chasquidos al compás de «Tanto amor» de Basilio; volteó y nos miró con la sonrisa propia de un niño que había cometido una pequeña travesura y se alejó levantando su brazo.

Y tal como nos dijo, esa noche estaba ahí, cuando a esas horas el acto era un éxito inobjetable ya. Algunos dirigentes de izquierda que discretamente se habían acercado aparecían sorprendidos. Los mensajes en el evento fueron claros y contundentes: había que luchar para obtener victorias. Un pueblo había decidido emprender su propia marcha. Pero también en el curso del acontecimiento hubo una presentación musical que terminó por desbordar todos los entusiasmos: Chacalón. Cuando se escuchó «El provinciano» los asistentes espontáneamente salieron a bailar y Rafo estuvo entre los primeros. Gran ritmo dijeron mis compañeros y sin duda sería el rey en cualquier pista. Nosotros batíamos palmas y cuando nos vio mostró su sorpresa e hizo una señal con sus brazos como diciéndonos «…Y ustedes?»

Entonces de pronto nos vimos bailando; y entre ellos yo ensayando algunos pasos con una compañera de Lima este y mis otros hermanos también a duras penas, entre risas, hacían lo mismo. Al finalizar se acercó y lo celebró felicitándonos. Al día siguiente el diario «Cambio» tenía como titular «Un pueblo en marcha» haciendo alusión al multitudinario evento. Rafo se hizo nuestro referente. Pasado el tiempo, ya lejos de Lima, los compañeros preguntaban por él. Después las circunstancias de la vida hicieron que lo viera ya pocas veces pero su entusiasmo nunca lo había perdido, más aún lo distinguía siempre. Cuando ya no supe de él, sí estaba seguro que se encontraba bien y conforme con su filiación y su fe. En su caminar por la vida y más allá de la vida misma, siempre fue y será digno y rebelde.

saúl armacanqui abril 2023

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *