Cavilaciones

Cavilaciones

Meco en la memoria

Recuerdo la primera vez que lo fui a visitar. Yo andaba con muchos nervios, era la primera vez que iba a un penal. Había vivido por más de 15 años cerca, pero nunca había ido.

Me pongo a pensar ahora, que es muy curioso que mi ruta para ir al colegio casi iniciara en este penal, al que llegaste me parece a fines de los 90, y que terminara en el punto donde capturaron a mi papá para luego torturarlo, a él a tu amigo, tu hermano y compañero, de tantas luchas y sueños, de tantas risas y esperanzas.

Recuerdo esa primera vez, según yo fue para un 17 de abril, la memoria muchas veces recuerda como quiere recordar, y recuerdo que al entrar ahí estabas tú, hacía más de 10 años que no te veía, te dejé de ver cuando tenía 9 años, tu rostro era borroso en mi memoria, sólo sabía que te decían el Doc. Pero tu rostro así borroso se clarificó al verte, fue como tener los ojos empañados y al dar cada paso hacia ti se iban clarificando, para luego dejar de ser un recuerdo y tenerte ahí frente a mi y poder abrazarte.

Era todo muy confuso, raro, verte ahí, conversar. Yo ya más grande, ¿qué decir? pensaba a cada instante, sólo respondía a lo que me preguntabas, recuerdo. Y así pasaron las horas hasta casi el almuerzo, en el que todos bajamos al primer piso, y para mi sorpresa, se hizo un acto de homenaje a mi papá, que dirigiste. Hablaste de él, de su historia de cómo se había iniciado en la lucha desde los movimientos cristianos, de como se hicieron compañeros y de lo que a cada uno les tocó vivir por su militancia, por su compromiso. Era la primera vez que escuchaba la historia de mi padre contada por sus compañeros, contada por ti. Recuerdo que me contenía como podía las lagrimas, fue bueno que no me pidieras que hable, no hubiera podido.

Fue así como nació una relación muy especial, en cada visita, en cada comunicación que podíamos tener, limitados por esa carcelería inhumana a la que condenaron a muchas personasn entre ellas tú.
Alguna vez el Meco, como empecé a conocerte y llamarte, sentado en su cama de cemento, hablaba del pasado, algunas veces del presente, pero sobre todo era increible ver como a pesar de todo podías hablar del futuro y hacerlo con esperanza. Nunca, ninguna de las cosas que te hicieron pudieron borrar de tu mente esa increible confianza y fuerza con la que asegurabas que el futuro sería mejor, porque es de lucha, y porque lograremos construir lo nuevo. Nunca borraron de ti la alegría, tu sonrisa. Siempre fuiste bromista y ahí sentado en esa cama de cemento, recuerdo cómo contabas muchas anécdotas vividas con mi padre, recuerdo cómo buscabas a través de esas historias llenar mi cabeza de buenos recuerdos, de hacer del recuerdo de mi padre un acto de alegría y rebeldía.

Fue por esos años, recuerdo, que me hablabas de tu hijo y de tu hija. Me decías: tengo muchas ganas de que conozcas a mis hijxs, al loco, al Hemi, y a la nena, Ade. Y así tuvo que ser, pero no en silencio. Fue, quizás al año siguiente, allá por el agosto del 2004 que nos llegamos a conocer, y a sentir que veníamos de una misma historia, no sólo porque nuestros padres fueran amigos, sino además porque esos, sus hijxs, queríamos, en nuevos contextos, seguir aportando a la transformación del país. Ahí nació nuestra hermandad, que sigue hasta hoy impulsándonos a construir juntxs.

Y llegó. El día en que saliste y te pudimos ver en tu casa. Yo llegué de Cuba tiempo después, pero fue una de las primeras cosas que hice, visitarte y abrazarte fuera de la cárcel, y no digo libre porque libre siempre fuiste.

Hoy te recuerdo, seguido, en muchas de los caminos que optamos por seguir en esta lucha diaria. Sé que ahora andas con mi padre, volviendo a compartir tantas cosas, seguro le cuentas de cuando nos vimos, de nuestras charlas, de que ya sus hijxs se conocen, los de él y lxs tuyos. Seguro le cuentas que ahi vamos buscando contribuir para cambiar nuestra sociedad. Seguro le cuentas…

Y yo… yo sigo caminando al lado de tus hijxs, mis hermanxs de historia, de luchas, de alegrías, tristezas, pero sobre todo de esperanza. Yo le cuento a la gente que te conocí, que aprendí mucho de ti, que no fue largo ni corto el tiempo que compartimos, que fue super especial, escencialmente importante. Yo le cuento al mundo de hombres y mujeres como tú, que volverán para que seamos millones.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *