Cavilaciones

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Payaso en mi memoria

esa no será? no creo yo recuerdo que era de este lado de la calle, comamos en esta panadería y vámonos ya de ahí pregunto. Era una frase que venía repitiendo desde que entré a la avenida Arica por la plaza Bolognesi, Esta vez, sin embargo, ya no iba de la mano de mi padre, ya no agarraba su gigante mano con solo tres dedos; solía decir que era mejor agarrarme la manito de esa forma. Durante todo el camino los recuerdos venían todo el tiempo, eran como fotos porque ni conversaciones recuerdo, quizás ni movimientos, ni entrar ni salir; creo que lo que sí recuerdo es la mano del mesero poniendo frente a mi un gran plato (hoy seguro más pequeño) de tallarines verdes con bistec monta’o. Anda vamos, crucemos que no cuesta nada está ahí al frente. Bueno, bueno vamos, que conste en actas que si perdemos más tiempo no es por mi culpa, recuerda que en casa nos esperan los cuyes de mi abuela. De alguna forma sentía que algo iba a encontrar; de lejos, mis ojos, influenciados por mi memoria, luchaban por ver EL postre de mi infancia, ese que creo nunca haber comido, ese que sale en la foto, ese que siempre estaba en la repisa al lado del postre que si recuerdo comer SIEMPRE, lecha asada. Pero no, eran entradas, causas, huevos a la rusa pero eran de alguna forma algo que movía, movía mi memoria la retaba a recordar, a darme cuenta que las posiciones cambiaron pero quizás, ahí estaba ese pedazo de recuerdo que me retornaría a mi infancia, a sentirte nuevamente, papá, de forma tan especial como aquel único sueño que en estos más de 20 años he tenido contigo. Muy tímidamente entré, y claro, ahí estaban esas vitrinas, las vitrinas de mi memoria, que deben tener más edad que yo, ahí estaba el postre de mi memoria, tal cual en un plato lleno de colores, de pedazos de gelatina, todos amalgamados en algo aún desconocido, ahí estaban al lado de mi postre, el que si comía siempre, ahí estaba mi recuerdo, ahí estaba pero al frente, ahí estaban creo incluso el mesero de antaño, ahí estaba el restaurante al cual durante un periodo quien sabe corto o largo iba contigo papá, ahí estabas de alguna forma, de muchas formas. dale pedí una. pero ahí también hay leche asada, tengo que escoger una sino saldrá muy caro. anda no seas dundo, yo te invito, pedí los dos. no mija no, uno nomás, jajaja quizás lo mismo decía yo de peque y por eso nunca comí el postre jaja. ya chavalito pedí los dos dejate de hacerte el digno. Son cosas tan sencillas las que a veces no esperamos desencadenen lo que desencadenan. Son cosas tan sencillas las que a veces nos conectan de formas tan profundas con la alegría, con la tristeza, con la rabia, con todo lo que uno no explica y simplemente calla. Pero yo no callé, ya no callo o por lo menos lo intento, y en ese preciso momento frente al payaso, frente a la leche asada, de alguna forma muy surrealista frente a ti papá, lloré como hacía mucho no lloraba, desahogaba? no lo sé, tampoco lo quiero saber. Lloré mucho más de lo que lloro en este preciso instante cuando escribo estas líneas. Pero nada empaña ese momento, esos recuerdos que venían a mi mente, porque esas lagrimas también eran de alegría, porque siempre estás ahí, de múltiples formas, pero sé que ahí estás y ahí estarás. Volví a ser un niño, a veces pienso que nunca lo dejé de ser, sobre todo cuando te pienso y no logro verte como miraría un hijx de 30 a su padre, canoso, más gordito, más lento, más experimentado, más alegre quizás. No lo logro, y sigo con esa mirada de regañado, de niño, de un chibolito de 9 años, con esa mirada del último día que te vi. Quizás esa mirada nunca cambie, quizás sí, el día que te vuelva a ver, de otra forma. Lo que si sé es que te amo y te extraño y que nunca dejarás de hacerme falta. Pero son momentos como ese, en que me alegro de lo vivido, de los recuerdos que tengo, que pongo esa cara de niño, otra vez, la mirada vuelve y otra vez tengo 9 años y ahí estás, fuerte, grande, luchador, alegre, vivo, ahí estás porque siempre estás, porque siempre estarás.

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