Hace poco pude ver el documental Pizarro, sobre Carlos Pizarro, una figura icónica de la guerra y la paz en Colombia. Máximo comandante del grupo guerrillero Movimiento 19 de abril (M-19) desde 1986 fue asesinado en 1990 después de haber firmado un exitoso tratado de paz con el Gobierno. Hoy se le conoce como “el señor de la guerra que se convirtió en el guardián de la paz”.
El documental comienza cuando María José, su hija, en el exilio en Barcelona se da cuenta que no importa lo lejos que corra, no puede escapar del fantasma de su padre. Así decide retornar a Colombia para entender qué había pasado con su padre, y por ende con ella. Así este viaje personal termina siendo un viaje más colectivo en el que va descubriendo momentos de la historia colombiana silenciados por la violencia y el miedo. Como dice María «es un viaje personal y un homenaje a mi padre. Una historia de lucha y búsqueda de paz.» Pero siento que es mucho más.
Al verlo pienso mucho en todas esas personas, como ella, como yo, hijxs de personas que militaron en alguna organización armada de Latinoamérica, y que, producto de esa militancia y de la cruenta guerra contrasubversiva, fueron en muchos casos asesinados, como es el caso de Carlos y de Rafael, nuestros padres, a quienes perdimos siendo niñxs.
Eso hizo que si bien tenemos recuerdos, algunos pocos, de momentos que vivimos junto a ellos, hoy tenemos que llenar nuestra memoria sobre todo completando los intervalos, los tránsitos entre uno y otro momento junto a ellos. Pero ese proceso no ha sido, ni es fácil, pues están marcados por los miedos, los estigmas y los silencios que produce la continuidad de la represión que no terminó ni en el caso colombiano con los acuerdos de paz ni en el Perú con la derrota de los grupos armados SL y el MRTA.
En ese camino, los objetos que aun tengo que fueron o me dio mi viejo, sirven a veces como detonadores del vuelo de mi imaginación que construye momentos que seguro viví, o quizás no, pero qué importan, lo importante es lo que me hace sentir al pensarme ahí junto a mi padre, y así construyo historias ficticias… pero al final la memoria también es eso no? la ficción que nos construimos con todo lo vivido.
Siento que la película es para ella, para María Pizarro, es una forma de cerrar un proceso que quizás comenzó, con el asesinato de su padre, o quizás antes de… En mi caso, escribir «De silencios y otros ruidos fue también eso, una forma de cerrar una etapa, una forma de vivir mi historia y me abrió, me dio la posibilidad de caminar de otra forma, de convivir con el dolor sin que eso me anule. Me permite hoy transitar otros caminos, sin tanta carga por la historia de la que vengo.
Espero que la puedan ver, es una historia muy personal esta que nos cuenta a través del documental Pizarro, y por eso mismo es tan latinoamericana, tan universal.